El selectivo ya ha quedado en el ayer. Han sido tres días de exámenes que ahora, vistos con un poco más de distancia, no me parecen lo que me parecieron el martes pasado.
A las 9.30 empezaba el examen de lengua. ¡Qué nervios! Pensaba que se me salía el hígado por la oreja. Y yo con esa risa nerviosa, quería cavar un agujero en el suelo y meterme dentro. Cuando me entregaron el examen suspiré con bastante alivio: "El botellón del viernes". El texto era fácil y el tema bastante conocido. La cosa fue bien, aunque podría haber ido mejor.
El examen de filosofía más de lo mismo. Yo concentraba todas mis energías y pensaba que saldrían Platón y Descartes (yo quería hacer Descartes). Al final salió Platón y mi amigo Nietzsche, tuve que contentarme con viajar con Platón al Mundo de las Ideas.
A las dos ya estaba en el autobús de vuelta a casa con algunos de mis compañeros, comentando nuestras anécdotas con cierto aire de nerviosismo, alegría y satisfacción: nos habíamos sacado dos piedras del bolsillo.
El miércoles a las 9.30 examen de valenciano. Se me ha dado bien durante el curso hacer comentarios de texto en valenciano, pero no sé por qué siempre he tenido mucho respeto a los exámenes de esa asignatura, incluso un pelin de miedo. "Por favor que no salga Tuson" era lo que me repetía mentalmente a mi misma antes de entrar al aula. Cuando me entregaron el texto y vi que era un artículo de opinón me sentí más segura: la crítica a los prejuicios lingüísticos y la lucha por la igualdad de las lenguas del señor Tuson no acompañarían este año a los alumnos de selectivo.
El examen de después era el de Historia de Arte. Opciones: Barroco o Cubismo. Yo, que había dado tanto la tabarra con Picasso y el cubismo, al final escogí el Barroco. Todavía no sé por qué. Espero no haberme equivocado en la decisión.
Ese mismo día por la tarde tenía el examen de Geografía (la temida geografía). Una vez en la puerta del aula los alumnos de otro instituto, la Misericordia (creo), nos dijeron que una opción era física y la otra relacionada con política y temas humanos. Ellos sólo se habían estudiado la parte física y nosotros, que somos estupendos, nos habíamos estudiado todo todito todo. Hicimos caso a ese Pepito Grillo que se llama Alejandro Roig: teníamos colores, regla, calculadora y, sobre todo, una idea global de todo el temario en la cabeza. La sorpresa llegó cuando las dos opciones del examen eran de tema humano. Los del otro instituto se quedaron blancos y nosotros, que somos de malilla, más valientes que nadie cogimos el toro por los cuernos y a por las coropletas, gráficos y todo lo que había en las hojas. Quedó claro que sabemos como está el turismo de sol y playa en España. Al acabar el examen el corrector nos dijo que felicitáramos a nuestro profesor porque habíamos sido los únicos que habíamos sabido hacer las coropletas y el examen en general.
El jueves, el último día, por fin. A primera hora inglés: un texto no muy difícil. Y... mi último examen el de latín. El examen me quedó la mar de ordenado, pensaba que me había salido perfecto, ¿pensaba? estaba convencida! Y al salir del aula tuve la brillante idea de releer el examen: había copiado una cosa mal del texto! Qué rabiaaa, a mi que me encanta el latín y podría haber bordado el examen. Pero bueno, de todo se aprende. A partir de ahora iré con mil ojos.
¿Y ahora qué? Playa, helados y un poco de tranquilidad.